Hace mucho que los peak-oilers auguran desastrosas consecuencias de la llegada del cénit y posterior agotamiento del petróleo. Una objeción posible es que la subida de precios que provocaría tal evento haría más rentable la inversión en nuevas tecnologías, como nuevas formas de extracción o nuevas fuentes de energía, que sustituirían al petróleo. [1] Por tanto, no cabe esperar consecuencias demasiado graves de la llegada del cénit. De hecho, esta objeción describe bien lo que ha ocurrido en los últimos años.
Gráfica 1. Producción mundial de petróleo crudo. Fuente: The Oil Drum.
La producción global de petróleo dejó de crecer en 2005, y se mantuvo en una meseta hasta 2010 [gráfica 1]. Esto provocó una subida paulatina del precio del barril, que coincidió con el incremento de los precios de los alimentos de 2007, que fue el comienzo de la crisis económica en curso. Tras una violenta sacudida con el desequilibrio financiero del 2008, desde 2009 se estabilizó en torno a 100$ (en comparación con los 30$ de antes de 2005) [gráfica 2].
Gráfica 2. Precio del barril de Brent. Fuente: Wikipedia.
Desde el inicio de la crisis, creció en Estados Unidos la inversión en la extracción de petróleo y gas por fractura hidráulica (fracking en inglés) [gráfica 3], una tecnología costosa que con los precios actuales se ha vuelto rentable. En pocos años EEUU vio un crecimiento increíble en la producción del crudo, gracias al petróleo ligero de roca compacta (light tight oil en inglés). El gas natural bajó de precio gracias al gas pizarra o gas de esquistos bituminosos (shale gas en inglés), que también se extrae por fractura hidráulica. Esta explosión del shale ha llevado a muchos a rechazar la idea del cénit del petróleo. [2]
Gráfica 3. Producción de petróleo crudo en EEUU. Fuente: The Economist, con datos de BP.
La fractura hidráulica no es ninguna innovación tecnológica. Su primer uso comercial data de 1949, y aunque desde entonces ha mejorado la tecnología, no me consta que haya habido ningún progreso particular en esta técnica que haya propulsado su uso actual. La tecnología es la misma que se usaba antes de 2005 de forma muy marginal debido a sus altos costes, no sólo en capital y trabajo, sino también energéticos.
Por cada unidad de energía invertida en extraer petróleo de roca compacta se obtienen poco más de 10 unidades de energía. Equivalentemente, se dice que el petróleo de roca compacta tiene una tasa de retorno energético (TRE, en inglés energy return on energy invested, EREOI o EROI) de algo más de 10. [3] Este dato puede parecer poco preocupante, puesto que se trata de una rentabilidad mayor del 1.000%, pero hay que tener en cuenta que la tasa de retorno del petróleo estaba entre 11 y 18 poco antes de 2005, en torno a 30 en los 50 y en torno a 100 en los primeros yacimientos de EEUU. [4]
La historia de las arenas bituminosas o asfálticas de Canadá es muy parecida. Son un recurso muy abundante y que necesita un procesamiento complejo para poder ser utilizado como petróleo. También se trata de una tecnología conocida con anterioridad, muy costosa, que sólo se ha vuelto rentable cuando el barril ha superado los 100$. Por cada unidad de energía invertida en extraer arenas bituminosas, casi ningún estudio calcula que se obtengan más de 10 unidades de energía, y algunos calculan menos de 5.
Si se observan los datos del informe World Energy Outlook 2012 de la Agencia internacional de la energía, se ve que en 2011 la producción total de líquidos del petróleo [5] ya creció [gráfica 4]. (El subterfugio de usar barras oculta la meseta de producción de entre 2005 y 2010, que se ve en la gráfica 1.) Sin embargo la producción de petróleo crudo (las tres franjas inferiores) ya bajó y se estima que seguirá haciéndolo. Las franjas amarilla y roja son los petróleos no convencionales, entre los que se incluyen el petróleo de roca compacta y el crudo sintético de las arenas bituminosas, que parece que serán la mayor contribución al crecimiento de la producción en los años venideros.
Gráfica 4. Las barras hasta 2011 son datos, las siguientes son proyecciones. Fuente: World Energy Outlook 2012, de la Agencia Internacional de la Energía, a través de Antonio Turiel.
Si el precio del petróleo crece nuevamente, es posible que se exploten también los yacimientos árticos y los de aguas profundas, ambos de complicada extracción y TRE por debajo de 5. Las diversas técnicas de extracción están muy estudiadas y las mejoras tecnológicas ya dan rendimientos decrecientes, así que no cabe esperar que ninguna de estas cifras se incremente mucho en el futuro.
Estos petróleos no convencionales son una alternativa más de tantas que existen, porque existen, muchas, y la mayoría apenas se han desarrollado. Tenemos los líquidos del gas natural, que ya están sustituyendo en algunas funciones al petróleo. Hay una larga lista que incluye el carbón licuefactado, los biocombustibles, y la electricidad generada con energías renovables, y todas ellas tienen en común un escaso rendimiento energético. Tienen casi sin excepción una TRE por debajo de 10, y aquellas que superan esta cifra tienen otros impedimentos que los hacen inaplicables en la práctica.
Pero éste no es un problema tecnológico sino una circunstancia. La presencia de hidrocarburos en el subsuelo, que pueden llegar a contener una cantidad de energía química de hasta 100 veces la energía que necesita un ser humano para extraerlos, es un evento excepcional. Todo apunta a que no va a poder reproducirse a medio plazo con otras fuentes, y menos con energías renovables.
No pretendo explayarme en todas las alternativas porque cada una de ellas da para varias enciclopedias. Pretendo llamar la atención sobre el hecho de que estamos dependiendo de petróleo y de alternativas al petróleo con una TRE cada vez menor, es decir, cada vez necesitaremos invertir más energía para poder consumir la misma energía. Los petróleos no convencionales de los que cada vez vamos a depender más, no van a permitirnos recuperar los niveles de consumo de energía petrolífera de antes de 2005.
Por tanto, la cuestión verdaderamente preocupante no es tanto el pico de la producción (en volumen) de petróleo, sino el decrecimiento constante de la tasa de retorno. En resumen, aunque por el momento no hay escasez de petróleo, sin embargo sí que hay escasez de energía proveniente del petróleo.
Con todo lo dicho, mientras el carbón, el gas natural y el uranio no hayan llegado a sus picos de producción, aún habrá margen para aumentar el consumo de energía, a pesar de que parece que sus picos también vendrán en menos de un par de décadas. Las cifras pueden bailar mucho, así que por mi parte no me lo creeré hasta que lo vea. No sé qué va a pasar. Cualquier cambio tecnológico que pueda cambiar un mínimo las perspectivas debería estar disponible comercialmente en muy pocos años.
De cada cuestión de este tema salen infinitas ramificaciones apasionantes, pero por desgracia no puedo abarcarlas todas en un sólo artículo. No paro de encontrar nuevas piezas del puzzle que, sin embargo, sólo sirven para recomponer una pequeña parte del total; es tremendamente difícil tener todos los datos relevantes, interpretarlos bien y entender lo que está pasando. Los mecanismos de simulación de un cerebro humano como el mío no son capaces de modelizar bien sistemas tan complejos como la sociedad industrial contemporánea.
Lo único que me parece claro es que cada vez obtendremos energía de forma más ineficiente. Como estoy bastante seguro de que las sociedades humanas existen en el mundo material y por tanto se rigen por los principios de la física, deduzco que una menor capacidad para generar energía no puede ser un detalle trivial, sino que debe reflejase de manera importante en el funcionamiento de las sociedades.
***
[1] Véase, por ejemplo, la opinión de Mauricio José Schwartz.
[2] Podría poner decenas de ejemplos, pero véase por ejemplo la opinión de David de Ugarte y la expresada en los dos artículos que cita.
[3] Antonio Turiel estima la TRE del petróleo de roca compacta en 12.
[4] Las cifras de las TRE las saco de esta revisión de 2011 de la Universidad de Siracusa.
[5] Los líquidos del petróleo incluyen el petróleo crudo propiamente dicho y diversos sustitutos, como los líquidos del gas natural, los biocombustibles y el crudo sintético de las arenas bituminosas (que técnicamente no es petróleo).